Song: Odesza by Kusanagi
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Nos amaneció a las 6 am víctimas del jet lag, lo que le llaman. 13 horas de diferencia -más- que en la capital mexicana.
Desayunamos en un Starbucks y caminamos por el paseo marítimo de Tsin Sha Tsui, donde se encuentra el Hong Kong Museum of Art, y desde donde se ven los edificios más futurísticos y, por la noche, más luminosos de Hong Kong.
Como el destino es perverso, y las coincidencias abundan, supimos de la presencia en la ciudad, de nuestra alma carnala Fer Pardo, así que quedamos de verla en la estación de metro Prince Edward, de la línea roja Tsuen Wan.
Por idiotas compramos el boleto de 24 hrs, en un intento fallido por ahorrar, pues terminaríamos caminando para todas partes como mejor metodología epistemológica. Único inconveniente, aún me duelen los pies, creo que sí necesitaré unos de esos masajes que esas diminutas y ancianas chinas te ofrecen en cada esquina.
Con Fer nos fuimos al distrito Sham Shui Po, callejeando entre negocios de todo un poco, como la fayuca mexicana, que paradójicamente ya es china, por aquello de la globalización.
Entramos al mercado de la calle Pei Ho, y fue la consumación del cliché gastronómico chino, con animales exóticos como tortugas y ranas, y donde la frescura de la carne se demuestra con pedazos de animales expuestos, aún con signos vitales entre la sangre y las vísceras que circulan y palpitan.
De ahí, como nostalgia de nuestra Unidad Esperanza en la Narvarte (Ciudad de México) caminamos hasta unos imponentes edificios habitacionales en el distrito de Cheung Sha Wan, que bajita la mano, triplican en altura a los chatos condominios mexicanos.
– ¿Están re te altos no?
– Si, oyes.
Posteriormente regresamos a Sham Shui Po, y decidimos caminar toda la línea roja del metro sobre las avenidas terrestres. Pasamos por Prince Edward y luego por el recientemente célebre, Mong Kok.
«In Hong Kong, thousands of activists, mainly students, have been occupying the streets over the past week in protests demanding greater democracy. The pushing, grabbing and cursing in Kowloon’s crowded Mong Kok district, one of several areas where protesters have camped, represented the most chaotic scenes since police used tear gas and pepper spray last weekend to try to disperse protesters pushing for greater electoral reforms for the territory. Students used umbrellas in a peaceful action to protect themselves from the aggression».
Una de las ventajas de las manifestaciones es poder caminar por en medio de la avenida, sin miedo de ser embarrado por un automovilista.
Comimos en un pequeño restaurante chino: arroz y noodles, con verduras, res y pollo, y una chela helada muerta. El calor en Hong Kong en estos días supera los 30º C , el sol, es un fastidio, y el agua de los aires acondicionados chorrea en la cabeza del peatón.
Proseguimos caminando por Yau Ma Tei y Jordan, hasta regresar a Tsim Sha Sui, donde comimos un helado de té verde en el parque Kowloon, y visitamos las piscinas públicas, donde por 18 Dólares de Hong Kong (algo así como 36 pesos) te das el «Cha-pu-zong».
En el distrito de Tsim Sha Sui nos estamos quedando en el piso 17 de Chungking Mansion, un edificio étnicamente indochino, con un mercado en la planta baja, y con departamentos y hoteles en los pisos superiores.
– Pues una siesta ¿no?
– Si, à oeuf (a huevo, en francés).
Arturo y yo vivimos juntos en Francia hace años, así que a veces se nos salen los falsos galicismos.
Al atardecer, alrededor de las 6.30 pm nos lanzamos hacia el otro lado de la bahía, y de la línea roja, para ver los rascacielos y el show de luces.
Caminamos por Wan Chai en dirección a Admiralty fotografiando algunos de los edificios más impresionantes que hayamos visto: The Center, HSBC Building, The International Finance Centre towers (Batman salta de la más alta a la pequeña en The Dark Night), y por supuesto, el predilecto de Arturo, The Bank of China. Hong Kong es la ciudad más vertical del mundo.
En Admiralty, nos tocó un discurso sobre la protesta estudiantil pro-democrática en Hong Kong, la ahora llamada #UmbrellaRevolution, ante miles de manifestantes y seguidores del movimiento. Fue muy conmovedor e inspirador. No entendimos nada, literal, estaba en chino.
Finalmente, cenamos otros noodles en un restaurante donde tampoco nunca le entendimos nada a la mesera china, que le gritaba las órdenes a la cocinera, casi desde Hong Kong hasta Shanghai, como emputada, y al mismo tiempo burlona de nuestra incomprensión lingüística.
Ahora a dormir, mañana será un largo día.