The tantrums of Phnom Penh

Song: Sunny Afternoon by The Kinks.

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El minibús pasó muy temprano por nosotros. Nos llevaría desde Saigón a Phnom Penh, la capital de Camboya.

Cuando llegamos a la frontera, nos pidieron nuestros pasaportes y llenar una forma sanitaria.

– ¿También te arrancaron tu visa del pasaporte?
– Si, nosotros engrapándola cándidamente hoy en la mañana.

A la mitad del camino hicimos una parada para comer algo. Veníamos de muy mal humor por varias razones: el autobús estaba sumamente incómodo, una de las pasajeras me dio un portazo, en la frontera el chofer había desaparecido con nuestros pasaportes y visas, y no le entendíamos nada cuando nos explicaba asuntos relevantes sobre el viaje.

– ¡#*~>*^+#!
– ¿El chofer está consciente de que no habla inglés cuando pretende hablar inglés verdad?
– Lo odio.

Nos tomamos una chela y pedimos un plato de arroz. No teníamos la moneda camboyana, el riel, ni billetes pequeños de dólar, así que pagamos con nuestros últimos Dongs vietnamitas.

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Nuestra siguiente escala fue tomar el ferry para atravesar el río Mekong. Apenas se detuvo el minibús nos rodearon 3 mujeres. La primera portaba diminutos pollos cocinados sobre su cabeza, otra cargaba una bolsa llena de limones verdes, y la tercera un cesto con insectos fritos, al parecer grillos.

– El lunch Arturo.
– Ni de pedo me como algo de eso.

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Llegamos al centro de Phnom Penh sin idea de dónde o cómo llegar al hostal. Además después de tantos corajes, aunado al calor infernal, a Arturo le dio una jaqueca insoportable.

Ya en el hotel, nos querían cobrar como si fuera el Palacio Real de la Ciudad. Grité algunas injurias, mientras Arturo se retorcía del dolor de cabeza, y el recepcionista intentaba resarcir las cosas en un lenguaje inventado, una mezcla entre inglés y el jemer, el idioma oficial de Camboya.

– Ya dile que sí le pagamos los 20 dólares pero que ya se calle.

Descansamos un poco y nos salimos a dar la vuelta. El cielo estaba muy nublado y ya no faltaba mucho para el atardecer.

Pasamos por el mercado antiguo (Phsar Chas) donde venden todo tipo de chácharas, ropa nueva y usada, refacciones de motos, artículos religiosos, manicura y pedicura, frutas y verduras, carne fresca y pescado, cangrejos e insectos.

– ¿La carne cuesta más con moscas que sin moscas?
– Pues no dudes que se las comen también.

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Una gota llevó a la otra, y en el lapso de unos minutos, la tormenta. Nos refugiamos en un café restaurante y aprovechamos para comer. «Amouk» de pescado para mí, y res con curry para Arturo; dos chelas Angkor para no variar.

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Cuando la tormenta cesó caminamos rumbo al hotel sobre el costado del río Mekong, y nos adentramos en el Night Market, donde los marchantes extienden tapetes sobre la calle para que la gente se siente y disfrute de la comida.

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Llegando al Hotel, nos enfrentamos en un duelo mítico de billar.

– Nos dicen los profesionales.
– Creo que nunca había jugado peor en toda mi vida.
– Que nos vinieran a retar ahorita.
– «ambrón» nos ganaría un equipo de ciegos cuadraplégicos.

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El día siguiente será el más importante en Phnom Penh, pues visitaremos el Palacio Real y los principales edificios, templos y monumentos de la ciudad.

Alarma a las 5.30 am

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