Song: Almost done by Hooded Fang.
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Entre la noche de ayer y la mañana de hoy tuvimos problemas técnicos con el Internet, y estuvimos paranoicos buscando wifi y redes sueltas por las calles. Sin éxito.
– Me voy a volver loco.
Dos tés deliciosos, con leche y azúcar, para cada uno después del desayuno. El mesero se acerca a la mesa y revuelve el té de Arturo con una cucharita, como enseñándole a un niño pequeño los buenos modales en la mesa. Sin dudas revuelto, sabe más bueno (¿mejor?).
Caminamos unas calles hasta encontrar un motociclista que nos llevara cerca del río. Teníamos que ir a comprar nuestros boletos del Ferry con destino a Bagán para el miércoles. Nos apretamos los tres en el scooter.
– Ahora eres más que mi primo.
– Secreto en Mandalay.
Antes de llegar a la oficina de Inland Water Transport, Arturo vio una tienda de celulares. Preguntó por la posibilidad de adquirir una sim local para tener internet todo el tiempo.
Yo me reía de lo aferrado que estaba. Maniobraba los recursos más elaborados para superar las barreras lingüísticas. Ya el birmano cotidiano es complicado, ahora discutir asuntos de kyats por megabytes, nivel del juego: legendario.
Arturo terminó utilizando una libretita, cuasi pedagógica, donde escribía y dibujaba lo que quería decir. Y lo logró. Lo logró ante mi incredulidad y mi estupefacción. Solo pude decir 5 palabras.
– Deme eso a mí también.
Ya con los humores renovados, y el 3G pululante, entramos a la oficina de Inland Water Transport. El barco lento pertenece al gobierno de Burma, zarpa dos veces por semana -miércoles y domingos- tarda 15 horas de Mandalay a Bagán, y cuesta 15 dólares. Existen también compañías privadas alternativas, que zarpan todos los días, tardan la mitad del tiempo y cuestan 40 dólares.
– Two slow boat tickets please. Le dije a un uniformado, prolongando las sílabas, como hablando cetáceo, y levantando el índice y el anular en V de victoria.
Con los boletos en la mano, nos dispusimos a ir al Palacio Real. Tomamos otro scooter, esta vez cada quien con su propio piloto y nos dejaron en el ala occidental del cuadrado perfecto amurallado que rodea al palacio y a sus parques.
– No podemos entrar por aquí. Los turistas entran por el ala este.
Antes de ingresar buscamos un banco. Habíamos gastado nuestro último efectivo en los scooters. Caminamos una larga distancia hasta poder retirar de un cajero.
Un sol patológico y un hambre perra nos llevaron a un bar de cerveza, también restaurante.
Nos sentíamos exhaustos e insolados. Ir al Palacio en semejantes condiciones, era un suicidio. Volvimos al hotel.
Después de un descanso homeostático, rentamos un scooter por 24 horas y nos fuimos a la colina a ver el atardecer desde el punto más alto de Mandalay. Se puede subir a pie, y muchos lo hacen. Luego nos enteramos que era factible ascender con vehículo.
– Toma tu casco.
– Hazle de GPS.
El templo en lo alto es eufemísticamente «simple», y la vista aérea del Palacio Real también. Lo único que vale la pena es el panorama del lago, los pantanos y las planicies, y las redundantes pagodas doradas que se pierden en la distancia.
Cuando descendimos de la colina pasamos por el ala este del Palacio Real. El agua del canal emula tan vívidamente la muralla, las torres y los árboles, que parece existir del otro lado del reflejo, un palacio subacuático.
Cena y hotel. Mañana último día en Mandalay, habrá que aprovecharlo.