Song: A token of gratitude by The Radio Dept.

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La noche anterior decidimos abandonar Vietnam y continuar nuestro viaje hacia Camboya. Sin embargo ya habíamos reservado 2 noches en Saigón y ya no se podía cancelar. Esto significaba 1 día más en la ciudad.

De lo que quedaba por visitar había dos principales opciones: Los túneles de guerra de Cu Chi, en Ben Dinh, y el mercado flotante de Cai Be, sobre el Delta del río Mekong. Ambos lejísimos, en otros distritos.

Los túneles no nos inspiraban para nada, y el mercado absolutamente sí, sólo que por decidirlo a última hora ya era demasiado tarde.

– Ya visitaremos el de Bangkok, ese sí es el «big deal» de los mercados flotantes.

Fue así que optamos por visitar, ya a plena luz del día, los principales edificios coloniales franceses de Saigón.

De camino hacia allá, nos quedamos perplejos antes la particular manera de podar el césped de un jardinero vietnamita.

– No me digas que está cortando el césped con tijeritas.

–  No digas podar, ni césped; «cortando el pasto». ¿Eres español o qué?

Notre Dame versión vietnamita data del siglo XIX. Es muy bonita por fuera, pero por dentro está bien paupérrima.

– Está re culera.
– Te vas a ir al infierno.

En los alrededores, había una serie de parejitas tomándose fotos pre nupciales en sus tradicionales, y muy occidentales, hábitos matrimoniales.

– Qué oso.

Después, entramos a la oficina de correos que se encuentra justo al costado de Notre Dame; es un edificio neoclásico que aún lleva a cabo su función postal, pero también funge de atractivo turístico.

– Este edificio fue diseñado y construido por el mismísimo Gustave Eiffel.
– En mi vida me lo habría imaginado.
– Deberían de ver la Oficina de Correos de la Ciudad de México, #PelaPolfavol.

Nos sentamos a tomar un café frío para refugiarnos del calor. Con certeza ha sido el día más caluroso de la última semana.

Desde la cafetería se podía admirar el edificio más moderno y alto de Saigón, la Bitexco Financial Tower, que contrasta mucho con el resto de la arquitectura colonial.

Ya más frescos, caminamos por la orilla del río, el Sông Sài Gòn, y nuevamente tuvimos que detenernos por emergencia térmica, ahora para echarnos una cerveza.

– Primo, ya me duelen mucho los pies y la neta yo sí quiero experimentar los masajes vietnamitas.
– Pues vas, yo no porque me dan muchas cosquillas, y no me gusta que me «toqueté» un desconocido, a menos, claro, que sea una mujer muy «Irvin» (guapísima).

A mí me masajearon las piernas y los pies durante media hora. Arturo se tomaba un tè en la recepción mientras esperaba.

Salimos y en el lapso de 5 minutos me tropecé 3 veces.

– Mira, tan bien estuvo el masaje que ya no puedes ni caminar de tan relajado que estás.
– Cállate idiota.

Pasamos al mercado por unos plátanos dominicos y nos fuimos a tomar una siesta a la «casa», y cuando digo casa quiero decir el hotel.

En la noche, logramos asistir al evento que se nos había negado en Hanoi, el show de marionetas que danzan en agua, «Múa rối nước». Un espectáculo teatral, en un escenario-piscina, con orquesta en vivo, y marionetas que se mueven en el agua protagonizando historias del folklore vietnamita, como la danza del dragón, el Rey Le Loi y la espada restaurada, la cacería de las ranas, etc.

Saliendo del teatro, como despedida, pasamos a cenar. Nos atendieron dos mujeres de lo más dulces y sonrientes.

– Ay las amo, me encanta a parte que te den las cosas con las dos manos, ¡qué hermoso!
– Yo no me las imagino saliendo del trabajo, montando sus motos y loqueando frenéticamente sin control por Saigón.
– Dos helados por favor.

De vuelta al Hotel. Hora de dormir.

Adiós Vietnam. Ahora rumbo a Phnom Penh, la capital del Reino de Camboya.